Publicado: 05/11/2018 10:19h. Lecturas: 11762
La Biznaga armó un esquema agrícola flexible que funciona alineado con un feedlot y una granja porcina. Agricultura de punta, genética ganadera y un negocio bien diversificado.
Ciclo ganadero completo cimentado en pasturas y una sociedad altamente rentable con la agricultura: pastoreos controlados de cultivos de servicio en una ecuación ganar-ganar (ecológica y económica) sin fisuras. ¿El resultado? Un bajo costo por kilo producido, eficiencia y capacidad de adaptación en la venta de animales.
Esta es la estrategia con la que La Biznaga, que gerencia el Grupo Ledesma, reordenó y revolucionó su producción de carne. “Hace 4 ó 5 años empezamos a analizar imágenes NDVI y mapas productivos de las últimas 15 campañas de todas las zonas donde hacíamos agricultura con alto riesgo de pérdidas por anegamiento en Buenos Aires y por poca productividad en Entre Ríos, pusimos bajo la lupa todo lo que estaba al filo y armamos un plan a 2021/22”, explicó el gerente de La Biznaga, Andrés Blaquier, a Clarín Rural.
Así, lotes que eran malos para agricultura se convirtieron en buenos para la producción de pasturas. En Entre Ríos, la superficie con pasturas pasó de 800 a 4.500 hectáreas y en Buenos Aires la superficie ganadera aumentó 20%.
En el caso Centella (el campo entrerriano), el objetivo era para 2021 pasar de producir 1,5 millones de kilos de carne a 3,5 millones. “Pero ya este año llegamos a esa meta y nos faltan aún incorporar dos bloques más de pasturas con lo que creemos que en tres años podríamos alcanzar los 4 a 4,5 millones de kilos triplicando la producción de carne”, explicó Blaquier.
En Centella tienen dos ambientes, uno de monte (6.000 hectáreas de un área natural protegida con intervención casi nula), donde se hace ganadería de cría, y otro cultivable en la que se desarrolla la agricultura, los cultivos de servicio y las pasturas. En total son 26.700 hectáreas.
En el área ganadera, la secuencia de cultivos es de 4 años de pastura consociada (festuca, cebadadilla, lotus, alfalfa y trébol blanco) y el quinto año, según balance forrajero, hacen verdeo de invierno y luego sorgo de pastoreo y maíz de pastoreo. Los verdeos de verano son complementarios en la cadena, y una vez balanceada la oferta y demanda en el área remanente se completa con soja.
“Hacemos mucho hincapié en el costo del kilo producido y por eso nuestra apuesta es a una recría a campo usando el corral sólo para terminación”, indicó Blaquier. Y agregó: “Otra estrategia que generó un cambio importante en el sistema productivo es el manejo de cultivos de cobertura o cultivos de servicio, un beneficio para una agricultura más económica y sustentable, pero también, en nuestro caso, un rédito para la producción de carne”.
En Centella, en los campos agrícolas tienen una secuencia de rotación de 8 años con 8 bloques distintos en los que se desarrollan 14 cultivos (10 de cosecha y 4 de cobertura). El primer año se arreglan las terrazas (que redujeron la erosión hídrica y la formación de cárcavas) y se siembra un maíz temprano en convencional.
Sobre ese maíz cosechado a fines de febrero se siembra una avena negra (o strigosa). “Como recurso forrajero no es muy bueno, pero sirve para lo que la necesitamos primordialmente: control de malezas”, explicó Blaquier. Este verdeo recibe una carga animal de 500 kilos por hectárea (dos terneros y medio) que producen medio kilo por día por cabeza o sea 1,25 kg/día/ha que en 100 días permiten producir 125 kilos de carne/hectárea “gratis” –como dijo Blaquier-. La carga es controlada, podría ser del doble, pero no hay que olvidar que el objetivo primordial de ese verdeo es sombrear y crecer lo suficiente para disputarle la batalla a las malezas.
Después de esa avena se siembra soja de primera. Luego trigo/soja de segunda y al cuarto año soja de primera. Entre la cosecha de esta soja (mayo) y el siguiente cultivo que es un maíz tardío que se siembra en diciembre, se implanta avena negra junto con vicia villosa y trébol persa. “Una mezcla de leguminosas y gramíneas, con un poco menos de gramíneas porque como el cultivo siguiente es maíz tratamos de no apocarle el nitrógeno al suelo”, explicó Blaquier.
La rotación al sexto año sigue con otro cultivo de cobertura después del maíz y soja de primera. Al año siguiente trigo/maíz de segunda para terminar al octavo año con un cultivo de cobertura y otra soja de primera. “Al maíz de segunda y al maíz tardío le sembramos avena negra con avión, en marzo, cuando empieza a agachar la espiga y afloja el índice de área foliar, entonces, cuando se cosecha el maíz en junio la avena ya está crecida como para combatirle bien a las malezas”, explicó Blaquier.
En resumen, es una secuencia gramíneas/leguminosas de 60/40 con un índice de cultivos por año de 1,75, en la que 4 de los 8 bloques de agricultura se pastorean. “Esto a nosotros nos baja violentamente el costo por los herbicidas que no usamos pero además tenés comida gratis para producir carne”, contabilizó Blaquier. Y agregó: “Bajamos el índice de toxicidad porque pasan, en algunos planteos 11 meses sin aplicación de fitosanitarios”.
En Centella trabajan genética propia, angus negros provenientes de 25 de Mayo, de su estancia La Bellaca. Apuntan a un animal moderado, muy rústico, muy fértil, con alta capacidad reproductiva y plasticidad, que se pueden terminar con 400 ó 460 kilos.
En lo que respecta a la preñez y el destete, es distinto en Buenos Aires y en Entre Ríos. En el monte entrerriano (van vacas consolidadas, de más de 4 años y sacan la vaca vieja cuando tiene medio diente) logran 80% de preñez y fuera del monte, incluso en Centella, superan el 90%. En el destete tienen un 9% de pérdida de terneros en vaquillonas de primera parición (15 meses), 5% en la vaca fuera del monte y 6% en el monte.
El feedlot tiene capacidad para 3.000 cabezas instantáneas. Los animales que ingresan con 330/350 kilos recriados sobre pastura y se los termina como novillos de 430/450 kilos en un promedio de encierre de 100 días.
Cada etapa del negocio ganadero se analiza por separado. Entonces, cuando el novillo llega a 300 kilos proyectan los números del feedlot. Si es negocio, entran, de lo contrario, tratan de vender la hacienda por un lado y el maíz por otro. “Esto es estratégico y complementa la planta de silos ya que permite definir antes de encerrar animales si conviene el negocio integrado de maíz a la ganadería o concluir el ciclo con la recría y vender maíz de manera local con muy buenos precios a la industria avícola”, repasó Blaquier.
“Cuando empezamos el cambio imaginábamos un mayor consumo interno de las carnes de cerdo y pollo, más accesibles que la carne vacuna, y que ésta tenga resto para salir a competir al mundo, lo otro que imaginamos que pase es que se produzcan animales más pesados, como demandan los frigoríficos de exportación”, reflexionó Blaquier.
Un plan para el potrero
Consultado sobre las claves para lograr eficiencia en la ganadería, Andrés Blaquier reflexionó: “Está comprobado que si vos restringís la hacienda hasta los 180 kilos por más que después le des bien de comer las características de la carne cambian y lo que obtenés es mucha grasa subcutánea y poca grasa intramuscular, justo al revés de lo que busca el mercado”.
Por eso, para el gerente de La Biznaga, hay que saber conducir todas las etapas nutricionales del animal. Pero también juegan un rol importante las variables que genéticamente tienen alta heredabilidad, “son los nuevos DEPs, los DEPs de producción de carne”. Lo que no se hizo en una etapa no se recupera en otra.
Todos estos son manejos masivos, sobre el rodeo en general. “No nos interesa saber vida y obra de cada novillo, el manejo individual lo hacemos sobre los reproductores, que son los que después diseminan todas estas características genéticas, ahí debe darse la batalla de la información”, contó Blaquier.
“El resultado va a ser el gancho y si el animal tuvo un buen tratamiento ambiental, periodo de carencia sanitario y además fue muy bien alimentado, y con buenos antecesores genéticos, el resultado es una muy buena res”, concluyó Blaquier.