Publicado: 18/10/2018 07:25h. Lecturas: 16359
El productor Ivón Roberts cuenta los detalles de su planteo ganadero en el que los ovinos mandan, con una cruza entre Corriedale y Dohne Merino que le aporta lana de calidad y carne.
Bien pero bien al sur en el mapa de la República Argentina, a 3000 kilómetros de Capital Federal, al noreste de la provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, se encuentra la ciudad de Río Grande. Allí funciona la histórica Estancia Los Flamencos, que produce bovinos y ovinos apuntando a la eficiencia en un contexto ambiental rudo.
En la década del 80, proveniente de Esquel y Trevelin, llegó el –por entonces- joven de 13 años Ivón Roberts para estudiar en el colegio agrotécnico Salesiano con orientación en ovinotecnia. Terminados sus estudios se incorporó a la Estancia Los Flamencos, donde hoy es administrador.
Los Flamencos es parte de la subdivisión (hecha en 1954) de la emblemática estancia de José Menendez de fines del 1800. Era un campo de 144.000 hectáreas que se separó en: Marí Behety Chapital (allí, un galpón de esquila inaugurado en 1935 con capacidad para 7000 animales ostenta la consideración de ser el más grande del mundo), El Salvador, San Julio y Los Flamencos (que tuvo el primer baño para ovejas hecho de cemento en Argentina).
Agroclimáticamente, Río Grande es lo que se conoce como estepa patagónica, con un régimen de lluvias de 400 milímetros y temperaturas bajas que durante gran parte del invierno son bajo cero. “Quizás todos piensan en Tierra del Fuego como un paisaje similar al de la Patagonia en el continente, Comodoro Rivadavia o Santa Cruz, pero no es igual, acá los suelos son más fértiles”, contó Roberts. Salvo nevadas históricas como la de 1995, que liquidó el 70% de la hacienda, no es una zona que tenga nevadas, aunque sí mucho frío.
El 75-80% del negocio de Los Flamencos es ovinos pero también han sabido desarrollar la producción bovina a partir de la raza hereford, histórica en la zona, y también el Shorthorn. A fines de los 90 tenían 300 vacas. Hoy tienen 1300. “La calidad se ha logrado en parte porque la mayoría de lo que ingresa a la isla lo hace vía inseminación artificial y trasplante embrionario dadas las complicaciones vía terrestre”, explicó Roberts.
El negocio es de cría que luego se vende al continente (Trelew, Río Gallegos), se engorda y vuelve como media res. “Lamentablemente, la carne vuelve con un 50% más de valor, pero no hay otra alternativa porque el periodo bueno de engorde es muy corto, de modo que no te sirve ni hacer una recría ni, menos, un novillo, porque no dan los números y porque quedás con un novillo liviano que al final hay que terminar en otro lado”, indicó.
Por eso, desde hace 15 años, la estrategia es apuntar a tener un ternero más pesado al destete. En 1998 trajeron shorthorn que ahora están cruzando con angus colorado. El destete de los terneros es a fines de abril y primeros días de mayo con siete meses y 220 kilos promedio. La alimentación es toda en pastizales naturales.
En lo que respecta al ovino, de enero a abril todas las ovejas madre están en un campo de veranada, después de abril se meten a un campo de invernada y se largan carneros. Se hacen dos servicios y a los 45 días se hace la ecografía a las 25.000 ovejas. Una herramienta para ser más eficientes desde el inicio optimizando la utilización del pasto para ovejas preñadas al primer servicio, al segundo, melliceras y vacías. “No es rentable ni eficiente tener en un mismo campo, comiendo lo mismo, una oveja vacía con una preñada, pero a su vez, no es lo mismo que una preñada de primer servicio que de segundo porque el cordero que nace un mes después, si le das el mismo trato es muy probable que muera”. Con esta optimización logran un aumento de 40% en el cordero logrado.
Por rentabilidad, el ovino les deja un 40% más que la producción bovina. “Dentro del negocio ovino, históricamente un 65% del ingreso correspondía a la venta de la lana y el resto a la carne, que valía muy poco, pero hace unos años esto se igualó y últimamente la carne pasó al frente”, resumió Roberts.
Como la lana se paga por finura, buscaron alternativas. La raza corriedale, doble propósito, con una lana de 27 micrones promedio, es la tradicional de la isla. “Para mejorar este número empezamos un plan de cruzas con la raza pura dohne merino, que también es doble propósito pero la lana, en promedio, tiene 22-23- micrones, esto es, 4-5 micrones menos que la corriedale”, se entusiasmó Roberts.
“La lana de 23 micrones se paga 3 dólares por kilo, mientras que la de 19-20 se paga 6 dólares, casi el doble”, resumió Roberts. Y agregó: “La desventaja es que se pierde algo de gramos de lana por animal porque es una mecha más corta, pero igual está totalmente compensado con el precio que se obtiene por finura”.
Es una raza de alta fertilidad (110%-150%) que se combina con altas tasas de crecimiento de los corderos (350 g/día hasta el destete). Las ovejas producen entre 4 y 6 kilos de lana de 19 a 22 micras de muy alta calidad. Son animales rústicos, desarrollados en Sudáfrica (cruza de ovejas merino peppin y carneros merino alemán de carne, importados a Argentina por el INTA Chubut en 2005 a través de embriones de Australia) en una zona de lluvias de verano y pasturas naturales pero que se adapta a un amplio rango de condiciones climáticas y ambientales. Desde sistemas intensivos hasta zonas áridas extensivas.
Actualmente, sólo el 35% de la majada es dohne merino. El trasplante embrionario es un sistema tedioso pero que va dando sus frutos.
La majada se compone de 13.000 borregos, 1500 capones y 26.000 ovejas madre. Eso suma un volumen general de 220.000 kilos de lana por año. En cuanto a la carne, la extracción que hacen es de 15.000 animales por año entre los cuales hay unos 6000 corderos. Pensando que un cordero se vende con 11-12 kilos promedio (de 9 a 14) y que el año pasado se pagaba 78 pesos el kilo, el volumen del negocio carnicero es de 5 a 5,5 millones de pesos.
También se venden borregas para primer servicio en el continente y un cordero pesado que técnicamente es un borrego porque no alcanzó a cortar dientes, que nació el año anterior pero que llevan hasta el momento de esquila, a fin de año –es la mejor lana de toda su vida útil- y lo venden en enero. Tiene un muy buen valor porque se pagan 60 dólares por animal (más de $2000).
La isla supo tener 750.000 a 800.000 cabezas de ganado ovino. “Hoy, sin embargo, al sur del Río Grande no quedan ovejas y el último censo registró un rodeo de 270.000”, contó Roberts. ¿Cuál es el problema? Según el productor, el más crítico para esta desaparición ha sido la proliferación de jaurías de perros que liquidan directamente majadas completas. El problema hoy está al sur del Río Grande (ellos están al norte). De 34 estancias que había hoy quedan sólo 7 en la isla.
“Nosotros siempre empujamos y vamos para adelante con innovación y nuevas propuestas, pero el panorama en la isla no es muy alentador, y se suma a los vaivenes económicos del país que te hacen dudar ante cada inversión”, se lamentó Roberts. Y cerró: “La frase no es mía, pero lo cierto es que si la cosa va mal y no cambiás, ¿por qué vas a pretender que el resultado sea diferente? Por eso yo soy optimista”.
Super ovejas: Ocho corderos por parto
Al igual que en bovinos las herramientas reproductivas como la inseminación permiten acelerar los tiempos y la multiplicación de la genética deseada. Con un carnero bueno a campo se pueden cubrir 25-30 ovejas. Con inseminación se cubren 2000-3000.
“Lo que hacemos ahora para armar nuestro plantel dohne merino es trasplante de embriones en fresco, se hace un tratamiento superovulatorio en las ovejas dohne, se las insemina con laparoscopía y semen congelado o con monta natural si tenés un carnero y una oveja que normalmente te da 1 ó 2 corderos nos da 8”, explicó Ivón Roberts. Cada uno de estos embriones se implanta en otra oveja receptora cualquiera.